LAS  ALAS  DE  URIEL


CAPÍTULO SEGUNDO

17 de Marzo

Es sábado. Son las 6 de la mañana. Uriel está sentada en la cama con las piernas encogidas y abrazada a ellas. Lleva una fina camiseta blanca con un gran dibujo de Minnie que la cubre parcialmente. Contempla a través de la pared de cristal que da al jardín como va amaneciendo. El sol no ilumina aún con sus rayos dorados un día que se presagia nuboso, pero ella se siente feliz aunque nada en su rostro lo demuestra. En las últimas semanas no ha dormido mucho, casi todas las horas de su día a día están programadas con antelación. Su agenda está cubierta completamente por clases de baile, canto, dicción, idiomas, piano. No le importa el esfuerzo, tampoco se siente cansada en ningún momento.
Una vez a la semana se rompe su rutina, los sábados, esos días, Summi Jung y ella los dedican desde la mañana a la noche a salir de compras o simplemente ver tiendas y probarse ropa que luego, en la mayoría de los casos, no compran, pasear sin rumbo por la ciudad, detenerse en una cafetería a tomar un té, café o un ice cream, ir al cine, comer en algún pequeño restaurante, ir al salón de belleza, la sauna. En pocas palabras, es su día libre. Un día para ellas. En los largos paseos que dan por la ciudad, Summi Jung le ha ido enseñando la capital de Corea. Poco a poco, Uriel se ha ganado la confianza de su compañera de vivienda y se ha convertido en su amiga. Ahora, ya no se siente tan observada como en las primeras semanas y Summi no deja de decirle cada vez que la ocasión se presenta, que aproveche al máximo esos “días de libertad” porqué según ella, cuando debute en el mundo del espectáculo ya no pasará desapercibida y el acoso al que la someterán l@s fans y la prensa, no le dejaran espacio para esos momentos de ocio y anonimato que ahora disfrutan juntas.
Seung Woo, las visita con frecuencia e incluso acude con ellas a algunas de las clases o a visitar los lugares típicos de la capital de Corea, aunque nunca se queda mucho tiempo. Exceptuándolo a él, los profesores y algún compañero de agencia que coincide con ella de vez en cuando en las clases o en las innumerables sesiones fotográficas que tiene últimamente, Uriel no se relaciona con nadie. Quizás por eso, o porqué Summi Jung le ha cogido mucho cariño, es por lo que todos los sábados sin excepción, salen de la rutina y exploran la ciudad.


La nueva estación que está a punto de comenzar empieza a notarse en el ambiente, en los árboles y plantas que cubren el jardín despertando a la vida después de meses de letargo; pero a esas horas, la temperatura aún no es agradable.
Uriel sale al jardín descalza y sus pies se mojan con la pequeña capa de lluvia que ha caído durante la noche. Una ráfaga de viento juega con su pelo, alborotándolo. Cierra los ojos y aspira profundamente el aíre. Sonríe al sentir el frío del agua en sus pies y el viento en su cara. Se siente viva. Un escalofrío recorre su espalda, le gusta esa sensación. Durante unos minutos recorre el jardín deteniéndose en el rincón que más le gusta, junto al sauce. Summi la encuentra junto a él cuando sale a buscarla, lleva una pequeña manta en sus manos y la envuelve por detrás, sorprendiéndola.


- Sabía que estarías aquí - le dice abrazándola con ternura –

Uriel se deja abrazar.

- Vamos dentro, cojeras frío.

Summi la guía con cariño hasta el interior de la habitación.

- Va a llover, ¿Qué quieres que hagamos hoy?
- Pasear – le dice con convicción sin mirarla -
- Pasear ¿bajo la lluvia? – Summi no parece muy convencida de la proposición -
- Si.

Summi la observa durante unos segundos, parece tan frágil y al mismo tiempo enigmática. A veces, le da la sensación de que espera que ocurra algo o a alguien. Es solo una intuición, pero cada vez está más convencida de ello. Sigue sin conocer muchas cosas sobre Uriel, pero conoce lo más importante, tiene un alma pura, incapaz de hacer daño a nadie.

- Como quieras. Ven a desayunar y abrígate. Hoy va a hacer frio.

Uriel no le contesta, se mete en el baño y no cierra la puerta mientras su amiga se macha de la habitación. En las últimas semanas, Uriel ha descubierto varias cosas, entre ellas, no le gustan las puertas cerradas. No sabría precisar muy bien la razón, pero no le gustan.

Uriel no suele llenar la bañera, se ducha. Siempre tiene poco tiempo para ella, pero los sábados aprovecha para sumergirse en un baño de espuma. Mientras el agua templada va cayendo llenando la bañera, echa un poco de gel de color rojo intenso en el agua y lo agita con la mano. En seguida se forma un gran manto de espuma. Huele a fresas. Mucho. Aspira en profundidad embriagándose del aroma. Coge un frasco de cristal lleno de perlas de aceite y mete dos en el agua, la agita de nuevo y las perlas se deshacen dejando escapar el líquido que como dos pequeños hilos rojos se esparcen por la bañera. Se desnuda despacio, no tiene prisa. Su cuerpo inmaculado se refleja en el gran espejo que preside una de las paredes del baño. Acaricia levemente sus pechos y se mira en el reflejo que le devuelve el espejo. Sonríe con ternura al sentir como su cuerpo responde instintivamente a su propia caricia. Se sumerge en la bañera por completo, la calidez del agua la reconforta. La capa de espuma la cubre a excepción de la cabeza. Pasa sus manos con delicadeza por su vientre y cierra los ojos. Suspira profundamente.

Summi ha preparado el desayuno: fruta pelada y cortada en pequeños trozos, café, tostadas con mantequilla y zumo de naranja que ha exprimido ella misma. Empieza a desayunar, ya que Uriel tarda un poco en bajar y ella tiene hambre. Pasados unos minutos, Uriel se sienta a su lado en la mesa del comedor. Lleva un pantalón muy ajustado de cintura baja en color negro, una camisa blanca y el pelo suelto mojado. Las gotas que caen poco a poco de su larga melena han empapado la parte superior de su camisa. Va descalza.

- Cojeras frío, deberías haber secado tu pelo.

Uriel no contesta, mira a Summi y sonríe. Sus hermosos ojos parecen sonreír con ella. No come gran cosa. Llena un vaso con zumo y se lo bebe a pequeños sorbos mientras su mirada se pierde en algún punto que solo ve ella.
Summi ya sabe que es perder el tiempo insistir en que coma algo más. Por las mañanas, Uriel apenas come, de hecho, muchos días ni desayuna.


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………………………

Las dos compañeras y amigas pasean protegidas debajo de un paraguas por el parque Changch’ungdan, situado a los pies del cerro Namsan. Una fina capa de lluvia las acompaña buena parte del recorrido. Summi, con una pequeña guía en la mano, le va explicando la historia de los diferentes palacios que se van encontrando en su paseo. Uriel la escucha en silencio. De vez en cuando se detiene y contempla embelesada el paisaje, más propio ya de primavera. Los árboles van recuperando su color verde y las tempranas flores de varios colores salpican el parque, la primavera se abre camino poco a poco. Respira profundamente, como intentando atrapar en su interior parte de la estación. Las pequeñas gotas de lluvia crean círculos en los estanques de agua.

No hay muchos visitantes en el parque, pero se cruzan con algunos turistas a los que parece no importarles la lluvia y que con cámara en mano no paran de hacer fotos, intentado llevarse en una instantánea un poco de la esencia de Corea. Uno de estos turistas le pide en ingles a Summi si puede hacerle un par de fotos y ella acepta. Se entretiene apenas unos segundos en encuadrar la cámara y hace dos fotografías. Cuando se da la vuelta, se da cuenta que Uriel ha desaparecido y no la ve en los alrededores. Aunque la busca con premura, no la encuentra.

Es media noche, sigue lloviendo, aunque ahora con más fuerza. Es la primera vez desde hace semanas que Uriel esta sola, lejos de miradas observadoras. Un tiempo, solo para ella. Callejea por las calles del centro de la ciudad. Se pierde entre la gente, observando todo a su paso. Su teléfono móvil no deja de sonar, pero lo ignora una y otra vez. De pronto siente hambre, no ha comido nada en todo el día a excepción del zumo de naranja que tomó en la mañana, y de eso, ya han pasado muchas horas. A su lado, ve un supermercado de los que no cierran las 24 horas del día. Está empapada de lluvia. La gabardina que lleva, corta y ajustada a la cintura, no le ha servido de mucho después de varias horas bajo el agua. Aunque sentir su cuerpo húmedo tampoco parece incomodarla. No hay apenas gente, pero no hace frio en el interior del supermercado. De pronto, se da cuenta de la sensación de frío que tiene y tiembla. Se estremece. Recorre despacio el supermercado entero en busca de algo que le apetezca comer. Aunque parezca increíble, coge un ice cream de nata y fresa y se dirige a pagar. En la caja, no hay nadie esperando en ese momento a que le cobren. Un hombre joven se sitúa detrás de ella. La cajera la mira curiosa y le dice el precio del helado. Introduce su mano derecha en el bolsillo y se da cuenta de que no lleva dinero. Summi siempre paga por ella. La cajera se impacienta y la mira ahora de manera suspicaz. Está a punto de dar media vuelta y dejar el helado en su lugar, cuando el joven que hay detrás de ella paga el helado, mientras la mira serio y algo sorprendido. Uriel lo mira a los ojos un instante. El hombre no parece prestarle mucha atención, más bien parece molesto por la espera. Uriel sale al exterior y se queda junto a la puerta. Pasados un par de minutos, el joven sale, no repara en ella, pero lo detiene sujetándolo del brazo y lo mira a los ojos.


- Gracias – le dice tímidamente -

El hombre mira la mano que lo retiene y luego la mira a ella. Uriel retira la mano.
- No ha sido nada – le dice serio –
- Gracias – le dice de nuevo - ha sido muy amable, no me di cuenta que nunca llevo dinero.

El joven la mira incrédulo. Sus ojos marrones oscuros se pierden unos segundos en los de ella y por primera vez, Uriel siente temblar su cuerpo bajo una mirada.


- Lo justo es que nos presentemos, después de todo, me ha invitado a un helado. Me llamo Uriel…- dice despacio -
-
Él la observa durante unos segundos mientras Uriel se inclina un poco y al levantar su cabeza le tiende la mano.

El hombre aparenta unos 24 años, alto y delgado, aunque se nota que hace ejercicio de manera regular. Pelo abundante de color castaño oscuro, casi negro, ojos marrones, tristes y muy expresivos, labios carnosos, tiene una voz profunda, su gesto es serio. No es un hombre excesivamente guapo, pero si interesante, su mirada es atrayente, quizás por la tristeza que emana de ella. Lleva un pantalón vaquero y una camisa azul. Debajo de su brazo derecho, como intentando protegerlo de la lluvia, lleva un maletín oscuro. Se inclina a modo de saludo y durante unos segundos duda entre estrecharle la mano o no, finalmente, lo hace. Uriel siente el contacto cálido de la mano firme, suave y fina de largos dedos. El contacto apenas dura un par de segundos.

- Jae Hyun Chul. Ha sido un placer. Y ahora si me disculpa, tengo prisa.

Jae Hyun se aleja corriendo bajo la lluvia sin mirar atrás.

Uriel lo ve alejarse hasta que lo pierde de vista, sin percatarse de que el agua continua cayendo con fuerza y cada vez está más empapada.

Summi está muy intranquila, pero tampoco quiere avisar a Seung Woo. Sabe que su jefe se pondrá mucho más nervioso que ella y no tendrá su tolerancia. Prefiere darle a su compañera un margen de confianza. Espera impaciente el regreso de Uriel, pero las horas pasan y no hay señal de ella. No ha dejado de llover en toda la noche, unas veces con fuerza, otras, como un fino velo de agua apenas imperceptible. La primera claridad del día despunta al alba y con ella, Uriel llega a la casa. Está empapada hasta los huesos, sus ropas chorrean agua. Summi se asusta en cuanto la ve e intenta ayudarla a secarse con una toalla. No hay reproches en su voz, solo se lamenta en voz alta del aspecto desvalido de su compañera y amiga. Uriel no dice nada, se deshace amablemente de las atenciones y se mete en el baño. No cierra la puerta. Abre el grifo del agua caliente y prepara la bañera: un poco de gel que vuelve a agitar para hacer espuma, un par de perlas de aceite. Poco a poco el intenso aroma a fresas impregna la estancia. Se desnuda como hizo a primera hora de la mañana. Su cuerpo se descubre poco a poco frente al espejo bajo su atenta mirada. Cuando está completamente desnuda, se lleva una mano donde está situado el corazón, lo siente palpitar con fuerza, cierra los ojos y respira profundamente. Instantes después se sumerge en la bañera…

Jae Hyun llega empapado de lluvia a casa de su padre. No hay nadie en la casa. Sabe que nadie lo espera. Ha llegado esa misma tarde de Barcelona, España y se ha hospedado en un hotel del centro de la ciudad. No quiere complicaciones con su padre, por lo menos en los primeros momentos. Las relaciones con él no son todo lo buenas que cabría esperar entre un padre y su hijo. Hace años que apenas tienen contacto, pero eso no significa que no se hablen o que no se preocupen el uno del otro. Quiere a su padre y lo respeta, aunque no esté del todo de acuerdo con algunas de las decisiones que este ha tomado en su vida y que han terminado por afectarlo a él en el pasado. Ha finalizado su carrera de arquitectura con éxito y ha pasado los últimos cuatro meses viajando por Europa. Ha estudiado y hecho bocetos de cada edificio antiguo y moderno que le ha llamado la atención en todas las ciudades que ha visitado. Le gustan los edificios antiguos y el arte en general. Es un hombre culto e inteligente, habla varios idiomas, reservado, muy observador, enigmático a veces, serio, no es muy hablador y como buen observador, tiene una paciencia ilimitada. Nunca se enfada, no aparentemente. Apasionado, aunque pocas personas lo dirían a simple vista. En los últimos años se ha concentrado en sus estudios y diseños, por lo que las mujeres nunca han sido una prioridad en su vida, no ha tenido tiempo para al sexo femenino. Naturalmente, ha tenido y tiene amigas. Buenas amigas. Con ellas, es tímido, educado, respetuoso, de exquisitas formas al hablar y comportarse. Aunque jamás ha intimado en exceso con ninguna mujer. Cree en el amor, pero no lo ha experimentado. No se considera romántico, por qué siempre pone por delante del corazón la cabeza, pero en el fondo y aunque él no lo sabe, lo es. Soñar despierto no encaja con su personalidad, o eso piensa. Siempre ha creído que la realidad termina por imponerse.
Lo primero que hizo nada más llegar esa tarde a Seúl fue llamar a su hermano mayor. Kim Hyun Chul le ofreció su casa a sabiendas de que preferiría quedarse con él y no en casa de su padre. Aceptó la invitación de su hermano, pero hoy prefiere dormir en el hotel.
Recorre la casa sin prisa, deteniéndose en cada rincón que le trae recuerdos de otros tiempos. Comprueba que la casa no ha cambiado mucho, mejor dicho, nada, en los cinco años que ha estado fuera. Echa en falta el piano de cola negro que tocaban su madre y hermano. Le vienen a la memoria retazos del pasado junto a su madre a la que apenas ha visto desde hace diez años, cuando él entraba de lleno en la adolescencia, pero no quiere anclarse en viejos recuerdos y continua recorriendo la casa. Llega hasta su antigua habitación y entra. Todo sigue igual, sus viejos libros, comics, CDs, su colección de miniaturas, su ordenador, su balón de basket ball, sus posters de anime dispersos por las paredes…
La habitación no tiene ni una mota de polvo, como si nunca se hubiera marchado, como si aún fuera su refugio y viviera en ella. Sobre la mesa del escritorio aún continúan sus bolígrafos, reglas, lápices de colores con los que solía dibujar, dando forma a sus diseños solo por diversión. Nada de esto le interesa, aunque por un instante, se siente bien recordando momentos vividos a solas entre las cuatro paredes que componían parte de su mundo. Se dirige al armario y extrae una caja pequeña, la abre, comprueba el contenido, la cierra y se la lleva. Va en busca de su coche que sigue aparcado en la parte baja de la vivienda tapado con una lona. La quita con cuidado, la dobla y la deja en un rincón. El coche, un lexus 220 de color azul oscuro tapizado en cuero de color claro, no parece haber sido usado en los últimos años. Las llaves reposan en el asiento. Las mete en el bolsillo del pantalón y le da al botón de arranque. Comprueba con satisfacción que a pesar del tiempo transcurrido, arranca a la primera. Jae Hyun Chul se marcha por donde ha venido. Nadie notará su presencia, nadie sabrá que ha estado allí. Tampoco parece importarle mucho.


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La mañana del día siguiente ha amanecido soleada aunque hace un poco de frío. Jae Hyun se dirige sin prisa a casa de su hermano. Se ha levantado muy temprano. Cuando su hermano le abre la puerta se funden en un fuerte abrazo. Kim Hyun está desayunando e invita a su hermano a unirse a él. Mientras los dos hombres comen, charlan animadamente de los últimos tiempos en los que no se han visto. Kim, está feliz por el reencuentro y no puede disimularlo. Las palabras salen atropelladamente de su boca. Quiere saber que ha hecho su hermano pequeño en los últimos meses y al mismo tiempo le va contando las novedades de la empresa. Le habla del velero que no ha tenido tiempo de estrenar pero que promete hacerlo con él. Del piano que ahora está en su despacho, de proyectos futuros, amigos comunes, mujeres, su madre…Pero omite intencionadamente hablar de su padre.
Jae Hyun le habla de sus estudios, del viaje por Europa. Donde ha estado, lo que ha visto, lo que le ha llamado la atención. Le habla de la diversidad de culturas, costumbres y tradiciones que ha experimentado, de la manera tan distinta que tienen las personas de los países que están al otro lado del mundo de entender la vida, de vivirla, de afrontar el futuro. De la gente que ha conocido, de los amigos que se han quedado atrás. Le habla de edificios nuevos y antiguos, sus diseños, ambientes, parques, museos, espectáculos. En un momento de la conversación pregunta...

- ¿Cómo está?


Kim Hyun no necesita preguntar a quien se refiere, sabe perfectamente que su hermano le pregunta por su padre.

- Bien. Sigue metido de lleno en la empresa. Si me apuras, te diría que más que nunca. Vive y respira trabajo, pero está bien de salud, aunque empiezan a notársele los años.

Jae Hyun observa a su hermano con semblante serio pero no dice nada.

- Te extraña. A pesar de todo, sigue siendo nuestro padre. No puedes echarle la culpa indefinidamente por los errores del pasado. Todos cometemos errores.

Jae Hyun Chul sonríe sin mirarlo, pero no dice ni una sola palabra.

- He de irme. Tengo una reunión dentro de una hora. Es importante. La aplazaría, pero no puedo ¿Quieres venir conmigo? Después de todo, en algún momento tendrás que venir a la empresa.

Jae Hyun parece pensar durante unos segundos...


- De acuerdo. Iré contigo, pero antes, dime donde voy a dormir.
- Escoge la habitación que más te guste. Estás en tu casa, ya lo sabes.


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Uriel y Summi se han levantado temprano y desde las primeras horas del nuevo día están en la sala de ensayos. En un rincón, Summi repasa algunos papeles sentada a una mesa, mientras toma una taza de café. Está muy concentrada en lo que hace, la música que suena de fondo no parece molestarla, de vez en cuando levanta la vista y ve bailar a Uriel, repitiendo una y otra vez los pasos de una nueva coreografía que se ha creado para ella. A pesar de las horas que lleva bailando, Uriel no parece excesivamente cansada, aunque las gotas de sudor empiezan a cubrir su frente. El coreógrafo da por concluida la clase y se despide de ambas mujeres abandonando la sala. Uriel se acerca a su amiga mientras esta recoge los papeles dispersos en la mesa y los guarda en su bolso.

- Ve a ducharte, hemos de ir a la empresa. Seung quiere que comamos con él.

Uriel se marcha a las duchas y regresa a los pocos minutos. Lleva un pantalón vaquero azul muy ajustado, un jersey fino del mismo color con un pequeño escote en forma de uve que se pega a su cuerpo insinuando sus formas de mujer y unas botas altas de tacón muy fino en color negro. Colgado de su hombro izquierdo, un bolso de piel negro y en su mano derecha, una bolsa de loneta que Summi le quita con delicadeza cuando llega junto a ella.
Summi repara de nuevo en que Uriel no se ha secado el pelo, por lo que las gotas de agua empiezan a empaparle el jersey.


- Tendrás frio. Hoy hace frio Uriel. deberías haberte secado el pelo. Si te resfrías ahora, a Seung le puede dar un infarto. Quedan pocos días para tu debut.
- No tengo frio – dice a modo de explicación y comienza a andar detrás de su amiga.


Cuando llegan al edificio de la MGIC, las dos mujeres se dirigen al despacho de Seung Woo. No hay nadie en su interior, pero entran y se sientan en los sillones que hay frente a la mesa. Summi extrae el teléfono móvil de su bolso y hace una llamada. Uriel se acerca a uno de los ventanales y contempla el exterior. El sol se cuela tímidamente a través del vidrio y le da de lleno en la cara. Cierra los ojos y se deja acariciar por él mientras escucha a su amiga hablar por teléfono.

- Estamos en tu despacho…ok, te esperamos.

A los pocos minutos, Seung Woo entra en el despacho.


- ¿Qué tal todo?
- Bien.

Uriel se vuelve despacio.

- ¿Cómo te encuentras?
- Bien, gracias. No debes preocuparte, estoy bien – responde sonriendo.

Seung Woo la mira a los ojos. Por un instante se pierde en ellos y lo invade una gran ternura. No puede evitar sentirse atraído por la joven que descubrió gracias a su padre hace ya algunas semanas. No sabe si los sentimientos que despierta en él son de amor, tampoco quiere planteárselo. No debe. Solo deja pasar el tiempo, metiéndose de lleno en su trabajo, ocupando su mente. Jamás le ha dicho nada sobre ello, ni a ella, ni a nadie, pero su corazón late mucho más deprisa cuando la tiene cerca, cuando inconscientemente piensa en ella. Quizás por eso, y por qué sabe que este mundillo en el que ambos se mueven no es del todo idílico, se siente sobreprotector con ella. Es tan hermosa, tan fascinante, dulce, tan inocente. No, realmente no puede evitarlo, aunque lo intenta con todas sus fuerzas. Sabe que sería un error demostrarle sus sentimientos. Sabe además que es solo un sueño. Un hermoso sueño que él no puede permitirse. No ahora. No con ella.
Summi lo mira. Intuye desde hace ya tiempo que su jefe se siente atraído por Uriel. Cada vez que ve como la mira, se le encoge el corazón. Le duele. Él no le ha dicho nada, tampoco hace falta. Seung no le dirá nada a la joven, no le demostrará su cariño y ella lo sabe. Eso la hace estar más tranquila, al menos, de momento.


- ¿Qué os parece si comemos en Ahndamiro? – dice mirando a Summi.
- Por mi perfecto. Me gusta la comida italiana.

Uriel asiente con la cabeza, salen del despacho y se dirigen a uno de los ascensores.

Kim Hyun y Jae Hyun llegan a la empresa y se dirigen a los pisos superiores. Kim se despide de su hermano a las puertas de una de las salas de reuniones con la promesa de que comerá con él un poco más tarde, cuando la reunión termine. Antes de entrar se vuelve hacia su hermano.

- Ve a verlo – no dice nada más, aunque tampoco hace falta.

Jae Hyun se queda unos segundos en medio del pasillo. Parece dudar de lo que va a hacer, pero se encamina hacia el despacho de su padre.
La puerta del pequeño despacho que sirve de antesala al de su padre y que ocupa una secretaria, está abierta. La mujer de unos 35 años, bonita y de rasgos latinos conoce bien al joven que entra, aunque hace años que no lo veía. Se levanta y lo saluda inclinándose un poco. Él le devuelve el saludo.

- ¿Está ocupado?
- No.


- Ok.

Se queda unos segundos contemplando la puerta mientras la mujer lo mira. Finalmente, entra.
Sae Hyun está de espaldas a la puerta sentado detrás de la mesa, contemplando a través del gran ventanal la capital de Corea. Parece estar discutiendo por teléfono. No se percata de que alguien ha entrado en su despacho. Jae Hyun se acerca hasta la mesa, pero no se sienta en las butacas que hay frente a él. Durante un par de minutos contempla a su padre. Enérgico como siempre, da órdenes a alguien a través del teléfono. Puede que su hermano tenga razón y empiecen a notársele los años, pero está claro que su carácter no ha variado ni un ápice en los últimos tiempos. Su tono de voz no deja lugar a dudas, está molesto. Cuando da la conversación por concluida se gira y ve a su hijo pequeño. Cuelga el teléfono y apenas lo mira, concentrándose en revisar unos papeles que hay sobre la mesa.

- ¿Cuándo has llegado?
- Ayer.
- ¿No sabes que lo primero que hace un buen hijo es ir a ver a su padre? – le dice sin mirarlo, sin levantar la vista de la mesa.
- Depende del padre.

Sae Hyun levanta la vista y lo mira desafiante.

- Veo que no has cambiado en nada.
- No lo creo necesario.


Sae Hyun mira a su hijo detenidamente. No ha cambiado mucho. Cada día se parece más a su madre.

- ¿Dónde te alojas?
- En casa de Kim.
- ¿Piensas quedarte allí?
- Si.
- Como quieras – da la conversación por concluida y mira de nuevo los papales que tiene delante.

Jae Hyun lo observa durante unos segundos

- No has cambiado mucho.
- Tú, nada – dice sin mirarlo.

El joven da media vuelta y se dirige a la puerta. Antes de salir, oye de nuevo la voz de su padre.

- Vete pensando que vas a hacer. Tienes un despacho y mucho trabajo en la compañía. Si no quieres trabajar aquí...

Jae Hyun no se vuelve, pero le contesta antes de salir.


- No quiero trabajar aquí. No te preocupes, tengo trabajo. Sé cómo ganarme la vida.

Sale del despacho cerrando la puerta tras él.
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“Ahndamiro” es un restaurante situado en Gwanhun-dong Jongno-gu. De estilo toscano tradicional, decorado con muy buen gusto, mucha madera, una escalera que llama la atención por su elegancia y es un local ideal para reuniones de amigos o parejas que pueden degustar en él excelente comida italiana, buenos vinos y un servicio impecable. El camarero acompaña a Uriel, Seung y Summi a una mesa que está situada en un rincón junto a una ventana. Mientras los tres amigos están mirando la carta, entran en el restaurante los hermanos Hyun Chul. Kim Hyun se percata en seguida de su presencia y se acerca hasta ellos seguido de su hermano menor. Uriel mira atentamente la carta y no los ve llegar. Seung Woo se levanta y saluda a ambos hermanos inclinándose. Hace años que no ve al hijo pequeño de su jefe y le sorprende lo poco que ha cambiado en los últimos años, al menos, aparentemente. Sigue siendo el joven que él recuerda. Jae Hyun le estrecha la mano afectuosamente. Summi no se levanta, pero también los saluda inclinando un poco la cabeza. Uriel parece no haberse percatado de nada y continúa leyendo. Su cabeza está parcialmente tapada por la carta, por lo que Kim Hyun no la reconoce en los primeros instantes. Los tres hombres hablan animadamente de pie junto a la mesa. Kim Hyun llama al camarero y le indica que los cinco comerán juntos. Pasados unos segundos, el camarero coloca los servicios que faltan y los dos hermanos toman asiento.
Los tres hombres continúan hablando animadamente. Mientras, Summi le indica a Uriel en voz baja que tienen nuevos comensales a su lado. Uriel no responde, pero deja la carta sobre la mesa y mira. Frente a ella, absorto en la carta del restaurante, está sentado el hombre que le pagó el ice cream y se queda sorprendida, aunque él no la mira. Ni siquiera parece haberse percatado de su presencia y si lo ha hecho, no le ha dado importancia. Kim Hyun la observa durante un par de segundos y le sonríe abiertamente.


- Tenemos con nosotros a la nueva figura de la compañía – dice a modo de saludo – Hace tiempo que no la veía. Uriel ¿No?

Uriel no responde. No lo ha oído. Ni siquiera lo mira. Todos sus sentidos están centrados en el hombre que tiene frente a ella. El hombre que la hizo temblar solo con mirarla, el hombre que la hizo sentir una infinita ternura mientras lo veía alejarse bajo la lluvia, el hombre al que le gustaría preguntarle mil cosas y descubrirlo poco a poco, sin prisas, despacio, como se hacen las cosas sencillas que nacen del alma. No sabe la razón, pero le encantaría escuchar de nuevo su voz, que la mirara a los ojos, que le prestara atención. Cuando él deja la carta y sus miradas se encuentran, Uriel siente de nuevo detenerse el tiempo, palpitar con fuerza su corazón y una gran ternura la inunda por dentro…



Fin del segundo capítulo.

3 Responses so far.

  1. Anónimo says:

    Muy bueno te deja con muchas ganas de ver como sera el 3 cap ,esta pareja promete ,gracias por compartir.Elena.

  2. Anónimo says:

    por favor sigue con este proyecto llevo tiempo esperando esta novela

  3. Mika says:
    Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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